Pekin - Ulan Bator - Moscú |
Todos
hemos soñado alguna vez con alcanzar algún punto geográfico especial o realizar
un viaje que, bien porque recorre lugares muy concretos o porque en sí mismo
sea diferente.
Para
quienes sintonizamos con el mundo de los trenes, el mero hecho de acercarnos a
la estación ferroviaria cuando visitamos una ciudad (por lo menos a mí me
ocurre), supone que durante esos minutos de visita tratamos de empaparnos de
todo lo que allí ocurre, su construcción, sus personal, los paneles
informativos…….. y tras hacer unas fotos de recuerdo, nos alejamos sabiendo que
esa visita nos servirá, seguro, para mejorar nuestras maquetas. Y si además
conseguimos hacer un recorrido en uno de los trenes, pues mejor que mejor.
En
otras ocasiones no es tanto por los lugares por donde transcurre el tren, sino
por el tren en sí mismo, como en el caso del Transcantábrico o el famoso “Tren
de la Fresa”, donde el atractivo está, en gran parte, precisamente en su
interior. Pero sin duda, un peldaño más arriba se sitúan trenes míticos, que nos
encienden la pasión ferroviaria porque al oír estos nombres nuestra imaginación
nos puede, y comenzamos a pensar en lujo, en aventura o en rutas inimaginables.
Y
hay uno, para mí por encima de todo está el Transiberiano y el pasado año, en
el verano, tuve la oportunidad de realizar el trayecto Moscú – Pekín en 20 días.
Es una variante de la línea completa que cruza toda la Siberia, porque nada más abandonar las orillas del lago Baikal se separa
para entrar en Mongolia y tras cruzarla en dirección sureste, pasa a territorio
chino hasta Pekin. Como algo curioso, decir que Mongolia solo tiene 3 puntos
fronterizos en todo el país: las conexiones ferroviarias con Rusia y con China
y el aeropuerto de la capital Ulan Bator.
Composición de 16 coches en Mongolia |
Efectivamente,
esos días son muchos mas de los necesarios para realizar el trayecto continuado, pero son suficientes para empaparse del recorrido; visitar las ciudades y lugares por donde pasa; ver cómo van cambiando las
fisonomías de las personas que habitan en esos lugares a medida que avanzamos hacia oriente y a la vez permite hacer
algo de turismo y, por ejemplo, pasar algunos días en las playas del lago Baikal o perderse durante varios días por el interior de
Mongolia antes de retomar de nuevo el tren.
He
de decir que la distancia total recorrida en este viaje es muy superior al
realizado solo en el tren, ya que también se ha utilizado el autobús, los vehículos
todo terreno o los transbordadores, como en el caso del lago Baikal para
acceder a una de sus islas y pernoctar varias noches. Eso sí, en ningún caso
para sustituir al tren en su recorrido, sino para “alejarse” de la vía,
volviendo siempre al punto de partida.
Existen
muchos artículos y comentarios en las webs, así que aquí no comentaré detalles,
salvo uno que me llamó muchísimo la atención y es el relativo a las enormes
estaciones, no en lo referido a edificios, sino a la infraestructura
ferroviaria. Ello es consecuencia de que esta línea ferroviaria (vía doble y electrificada en todo el trayecto ruso) soporta
un enorme tráfico de mercancías, sobre todo de materias primas para abastecer a
todo un sinfín de fábricas y complejos industriales que se reparten a todo lo
largo del tendido ferroviario en la Siberia. Por eso, adivinaba más de media
hora antes la llegada a una estación (pasan en algunos casos hasta 5 horas
entre ellas) porque empezaban las agujas de acceso a unas playas de vías
kilométricas con cientos de vagones aparcados a la espera de carga, descarga o la
llegada de una de las potentes máquinas triples que tiran de esos trenes.
Locomotoras rusas que circulan en doble o en triple |
Desde
el punto de vista del maquetista, una cosa queda clara: después de tantos
kilómetros asomado a la ventanilla y absorbiendo lo mejor posible todo lo que
sucedía dentro y fuera del tren, todo lo que hagamos en nuestras maquetas en
cuanto a puentes, barrancos o elementos para nuestros paisajes existe ya en la
realidad. Un consuelo.
Cambio de bogies en la frontera con China |